Covid, un adiós sin despedida
“En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento“.
Albert Einstein
El 2020 quedará por siempre marcado en nuestras mentes y corazones como el año en que descubrimos que absolutamente todos los seres humanos estamos conectados, sin importar el lugar en el que nos encontremos, la edad, clase social, ocupación, etc.
Pero otra gran lección que surgió de toda esta tragedia es que somos mortales, que hoy estamos y mañana, ¿quién sabe? Me atrevo a decir, que el 99% de la población humana sufrió un giro de 180° sobre la manera de pensar de su propia vida y la de sus seres queridos. Entendimos que las personas no son eternas (¡Necesitamos una pandemia para descubrir eso!), que la muerte no es solo para los ancianos sino para todas las edades y que somos frágiles aun ante un enemigo microscópico.
Muchas personas y familias fueron obligadas a entrar en un proceso totalmente desconocido y lleno de dolor, EL PROCESO DE DUELO con todo y sus etapas, más específicamente las 3 primeras: Aflicción aguda, conciencia de la pérdida y conservación y aislamiento (su ilustración y descripción está en capítulos anteriores). Las noticias de casi familias completas rendidas ante la enfermedad o muy pocas familias no fueron impactadas fatalmente por este virus.
El proceso de duelo normal se vio afectado por la situación tan particular que nos ofreció la pandemia.
- Muchas familias no lograron ver el deterioro en la salud de su ser amado. Tan solo por video llamadas o audios a través de los celulares aumentando más la sensación de negación ante la realidad.
Es muy común que las familias que perdieron a su ser querido producto del virus, afirmen que simplemente vieron salir a la persona por sus propios medios, despedirse de él o ella, totalmente seguros de que volvería a los pocos días. Una vez internada la persona y aun pudiera hablar, la comunicación se realizaba a través de video llamadas en las cuales, se alimentaba la esperanza de que todo estuviera bien, pero al final el resultado fue fatal. Sin embargo, los sobrevivientes, aún consideran inconscientemente, que su ser amado se encuentra en el hospital y en cualquier momento regresa.
Todo esto hace que la aceptación de la pérdida se haga más difícil y prolongada. El esperar que en cualquier momento aparezca la persona fallecida diciendo “¡Ey, ya llegué, todo esto fue tan solo un sueño!” impide que se haga consciencia de que la muerte se lo llevó para siempre.
- No se pudo realizar la despedida como se debe hacer para que contribuya con el proceso de duelo. Tan solo se debieron contentar con ir tras el carro fúnebre hasta la puerta del cementerio. Esto dificultó que las familias vieran como descendía en féretro dentro de la tumba.
La consciencia de la pérdida, segunda etapa del duelo, se acelera (y esto es positivo) cuando se tiene mayor acercamiento con los actos o rituales comunes al hecho de la muerte. Ejemplo de esto es, ver al fallecido dentro del ataúd, ver bajar el cofre dentro de la tumba, ver como los sepultureros rellenan el hueco de tierra, etc. A causa del covid, las familias tuvieron que conformarse con “acompañar” de lejos un féretro ya sellado desde la funeraria y llegar tan solo hasta la reja o puerta que cerró ante ellos impidiendo que vieran como el destino final del cuerpo de su ser querido.
En caso de haber sido incinerado, ni siquiera pudieron ver como su ser querido entra al crematorio dentro de su ataúd, simplemente un día después de la muerte, les entregaron un recipiente con cenizas, fin de la historia.
Todo esto empeora el avance en el proceso pues no hay nada tangible que le ayude cognitivamente al sobreviviente, a concluir que su ser querido jamás va a regresar.
- Debido al aislamiento, las personas debieron vivir su duelo totalmente solas, sin la compañía de toda la familia y/o vecinos y amigos como es lo acostumbrado.
Normalmente cuando una persona muere, la familia cercana y lejana se reúne, se acercan los vecinos amigos y toda clase de allegados. Estas reuniones tienen como objetivo el de acompañar, hacer seguimiento a los familiares y en últimas, ayudar a cerrar ciclos que hayan quedado abiertos. La familia que se encontraba desunida, se reconcilia alrededor del ataúd. Se perdonan y cierran heridas y se evalúa la vida como algo valioso que se debe disfrutar.
Pero cuando lo anterior no sucede, crece el sentimiento de abandono y soledad que se puede convertir fácilmente en depresión que no viene de manera natural con el proceso de duelo, sino que lo empeora y/o entorpece. El silencio se puede percibir como indolencia e indiferencia. El llanto se realiza en solitario y no hay nadie que escuche, abrace y consuele. Esta fue una realidad de muchas familias que al final, tuvieron que refugiarse en la negación o en la postergación del proceso.
- Algunas familias recibieron los restos de su ser querido en una vasija pues fueron incinerados.
La noticia de la muerte que ya es devastadora, viene acompañada de un pequeño receptáculo que “contiene” los restos del fallecido, da una imagen de “¿Eso es todo?”. Las personas, sin embargo, quedan con las manos vacías pues no hay despedida, no hay una visión de su ser querido dentro del cofre fúnebre, en fin, no hay oportunidad de una despedida formal, simplemente un frío objeto que se convierte en “papá” o “mamá” o “hijo”, etc.
¿Qué inhumana negociación en esa? “¡Yo envié a mi mamá y me entregaron un vaso lleno de polvo!” Por supuesto que el dolor no es el protagonista (lo que debería ser) sino el estupor, las preguntas, la duda, la incredulidad y nada de eso ayuda a los sobrevivientes. “¡Papá no se ha ido, él está en esa copa sellada!”
La gente se siente extraña, llorar ahora se hace más difícil pues queda la sensación de que el muerto va a escuchar o ver lo que está sucediendo pues “él está aquí”.
¿Qué pasa entonces?
Que anda mucha gente por ahí sin avanzar en el proceso, llenos de miedo, rabia, negatividad. La neurosis es el pan de cada día, las personas están sensibles, no soportan nada. La cuarentena ya pasó, pero las emociones mal controladas y más destructivas, están a flor de piel. “No sé qué me pasa, yo no era así”. La ansiedad y la depresión ahora son más fuertes que antes. ¿Recuerdan lo que escribí al principio de este artículo? “absolutamente todos los seres humanos estamos conectados” sigue vigente pues la ansiedad en uno produce malestar ansioso en el otro, la desesperanza en uno lleva al pesimismo al otro.
Sumado a esto la sensación de fragilidad y exposición peligrosa a cualquier cosa mala que pueda suceder de nuevo, ya no es solo en las películas, sino que la pesadilla se ha vuelto realidad. La gente anda como un zombi, la paz y la esperanza salieron huyendo de muchos hogares del mundo.
ENTONCES, ¿QUÉ HACER?
Debido que no se realizaron los rituales propios del fallecimiento producto de la pandemia y el hecho de que la cuarentena y el aislamiento ya se levantaron, entonces hay que usar la recreación, la imaginación y la creatividad para realizarlos y cerrar los ciclos abiertos y con ellos las heridas emocionales.
- Realización del entierro: Es muy efectivo realizar una pequeña ceremonia de sepultura, se puede hacer tomando las cenizas y/o una cajita llena de recuerdos significativos y todos los sobrevivientes que deseen, se reúnen y “sepultan” en un patio o jardín el objeto. Se vale llorar, decir algunas palabras sentidas y realizar la tan necesaria despedida.
- Cartas de despedida: Cuando una persona fallece hay muchas palabras que quedan sin decirse pero que pueden hacer una diferencia si al final se pronuncian. Las cartas son una terapia ideal para expresar lo que hay dentro del dolido corazón del sobreviviente.
- Analizar paso a paso el procedimiento realizado a la persona antes de morir: Hace poco atendí a un joven cuyo proceso de duelo se hizo muy difícil pues estaba seguro que llevar a su abuelo al hospital y permitir que fuera intubado, fue la peor estrategia y se sentía culpable por el deceso. En ese caso, lo conecté con un personal de la salud, la cual le explicó detalladamente lo que sucedió con su ser querido y cómo se hizo todo lo que se debía hacer. Esto tranquilizó al joven y lo ayudó a avanzar en su proceso.
- Evaluar en casa quienes aún están afectados y atenderlos debidamente: Nadie vive el proceso de duelo igual a los demás. Algunos debido a diferentes razones como cercanía, relación con el fallecido, edad, etc. Pueden acelerar o detener el avanzo hacia la superación. Por lo tanto, es preciso usar las fechas importantes como la del fallecimiento o cumpleaños o día especial del año, para observar el comportamiento de la familia y detectar, por lo tanto, quién necesita ser ayudado de manera especial.
- Utilizar las demás estrategias dadas en este libro: Llorar, hablar, escribir sobre el suceso siguen siendo alternativas excelentes para el avance hacia la superación.
Y POR ÚLTIMO…
Aunque han pasado muchos años desde el tiempo de Job, aún existen personas que bien pueden llamarse “Elifaz temanita”, “amigos” que llegan a conclusiones veloces acerca de por qué ha muerto una persona y dicen lo siguiente:
“Recapacita ahora; ¿qué inocente se ha perdido? Y ¿en dónde han sido destruidos los rectos? Como yo he visto, los que aran iniquidad Y siembran injuria, la siegan. Perecen por el aliento de Dios, Y por el soplo de su ira son consumidos” Job 4: 7-9 (Reina Valera 1960).
Traducido a lenguaje moderno sería más o menos así “¿será que tu esposo tenía un pecado oculto?” “Tu hijo murió muy joven, la biblia dice que “el malo es como el tamo que arrebata el viento”, yo creo que tu hijo era una persona mala” y cosas así que, en lugar de dar una voz de aliento a los dolientes, se convierten en especie de “ángeles vengadores” portavoces de castigos y maldiciones que en realidad no existen.
Yo recomiendo ser muy selectivos a la hora de abrir las puertas de las casas y de los corazones, pues no todo el que va a la iglesia está lleno del amor y la misericordia de Dios y anda por ahí esparciendo los frutos de la religiosidad y perturbando aún más a los que ya tienen el corazón dolido por la muerte.
Recordemos siempre que la muerte no se hizo para destruirnos sino para fortalecernos y enseñarnos tal como son las pruebas diseñadas y ejecutadas por el Señor. Sin olvidar que algún día, no muy lejano,
“¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” 1 de corintios 15:55 (Reina Valera 1960)
Esa es la verdad más allá de las lágrimas…